sábado, 4 de diciembre de 2010

Nostalgia del siglo XX

En las crisis se sabe cómo se entra pero no como se sale. La crisis de los setenta se llevó por delante parte de las industrias de base europeas y abrió la puerta a la deslocalización de los países desarrollados ( outsourcing) que se aceleró en los noventa llegando a ser estratégica en los 00 hasta para empresas de tamaño medio. Del actual momento de sacudidas y carrusel bursátil ya podemos levantar acta de las cosas que podemos dejar en el camino. Junto al vinilo y al CD habrá que sumar la desaparición del libro, los estudios de humanidades, los periódicos de papel, la liga de futbol más allá del hiperliderago de Madrid y Barça, los informativos con noticias de política , economía y cultura transformados en programas de espectáculos e información sensacional o directamente bizarra. Es probable que el cine se convierta en otra cosa, una especie de espacio multimedia donde disfrutar de conciertos, partidos de futbol, carreras de coches y otros acontecimientos en HD y sondo Sonido Dolby Stereo. EEUU como suerpotencia hegemónica está dejando pasó a un modelo donde los chinos, los indios, Brasil, Rusia e incluso potencias medinas como Irán o Turquía ya tienen margen para marcar sus propias órbitas independientes con sus satélites alrededor. Adiós a la social democracia como ideología obrera y burguesa de transformación. Cuando privaticemos la educación, la sanidad, la dependencia y parte de las fuerzas de seguridad sólo quedarán los políticos, los parques temáticos y la Iglesia como garantes de lo público- siempre que no privaticen el cielo-. Entonces , con un estado mínimo, el paraíso volverá a florecer. Hasta el ejército profesional ve como se externalizan sus servicios, los barcos españoles que pescan en Somalia ya llevan seguridad privada que será formada por el ejército y en las últimas guerras de Irak y Afganistán empresas privadas como Black Water aportan ya casi tantos soldados como los ejércitos convencionales implicados. Con el miedo en el cuerpo, los funcionarios se han convertido en parte del problema. Adiós a los sindicatos con capacidad de influir, al estado del bienestar y a la idea de que la política puede limar las diferencias de clase. Si alguno tenía dudas de los límites de la soberanía popular tendrá que dejarse de romanticismos y aceptar que al final quien diseña la política económica son los mercados que prestan dinero y no los políticos elegidos en las urnas. Adiós a la Unión Europea como un espacio político integrado. Vivan las naciones, las nacionalidades y el sálvese quien pueda impuesto por Alemania. Ni Eurovisión, con su expansión infinita hacia el Este y Asia, nos permitirá un sentimiento de pertenencia a una realidad compartida. En los supermercados del siglo XXI, las compras por internet y el dinero de plástico convertirá el mercado en un lugar exótico e infrecuente. La alta velocidad, los recuerdos almacenados en la nube de google doc, la música en Spotify, los amigos en Facebook, la información en Twitter y los libros en Amazon serán suficiente para consolarnos de esta sociedad individualista, asustada y mezquina, que mira hacia otro lado cuando desparecen, entre palabras huecas y cifras millonarias de ahorro, los 420 euros que aliviaban algo la vida de los parados de larga duración. ¿Les pareció demasiado gasto a los 37 hombres más ricos del país? Aunque a veces duela, no podernos resignarnos a que nuestros votos más relevantes sean los enviados a Gran Hermano o a Operación Triunfo. Cuando el presente se ensucia de mediocridad nos entra la nostalgia de lo vintage y de las ideas de segunda mano. Bienvenidos al Siglo XXI. mono 3

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